Por: Ana María Dipp
Rebrotes de viejas soledades,
incrustan su melancolía
en la incidencia de figuras confusas,
que reflejan siluetas de antaño,
semejando pasados escenarios
que acogieron en sus memorias,
parajes construidos
en la calidez del tiempo;
inquietando en sus remembranzas
silencios que agotaron su caudal.
Rebrotes de viejas ausencias
merodean en el gris del silencio,
ocultando en sus huellas
la incidencia de veredas transitadas
que desembocan con premura sus pasos
en lejanos horizontes;
sintiendo florecer en sus veranos
el brillo del recuento en las pupilas
y morir en sus inviernos
lánguidos momentos de añoranza.
Rebrotes de viejas melancolías
incrustan sueños
en la quietud de sus rasgos,
en inefables miradas de antaño,
evocando silencios huraños
que dibujas serenos,
la silueta de innumerables recuerdos
que bailan al son de copas agrias,
acallando el concierto matinal
de innecesarios quebrantos.
Rebrotes de viejas nostalgias
merodean en el gris
de añejas arboledas,
escondiendo presurosos
la sequedad que hiere tersuras,
cuajadas en confundidos embelesos;
y sienten morir sus brotes,
no pudiendo descubrir la tibieza del sol
en la suavidad de sus hojas.