Y blanca, color de harina,
Y aquí y hasta en China
Quién de Mollete no hablara.
Les revolvían las tripas
A unas vecinas buenas
A quienes, sin mucha pena,
Les decían las Siripas.
En el medio, a un varón,
Que presumía de tipo,
Heredó lo de Siripo
Sin pedirle aceptación.
No era asunto de salud
Lo de en su espalda una giva
Mas en tal caso estriba
Su viejo apodo: Cebú.
Aún son varios los Taporos
Y es con paciencia contarlos,
Tal vez se podría enyuntarlos
Con los de apodos Ceboros.
Quién no guarda imagen viva
De ese hombe alto y flaco
A quien le cayó bien el saco
Curioso de Lavativa.
Con la fuerza de un trueno
Y en honor a su figura
Tan ancha de la cintura,
Lo trataban de Chileno.
Quién sería el con astucia
Aquel que después de verla
Y seguramente olerla,
La apodó de Pata Sucia.
Se les hacía un nudo,
Tratar a ese buenmozo
Con ese apodo curioso
E increíble de Opa Crudo.
Y de noche o de mañana,
Le gritaban en la barra
Aunque fuese sin guitarras,
Su apodo de Totolana. (sigue)