Al sentir el crujido de las hojas secas
bajo mis pies cansinos de cera,
advierto que mi otoño ha llegado
devorando a la hojarasca abyecta.
Sinfonía mágica de sones ocultos,
que armoniza con el parpadear del cirio;
ondas que calcinan las hojas secas
que anidan en el rencor de mi pena.
¿Por qué saciar la sed del odio
cuando se sigue a lo tardo y duro?
Sé luz que nace en la caverna,
sé del amor tan solo su vena.
Dejaste morir a la sombra
maniatado al ruin embrollo
y aún esculpes el cínico epitafio
que carcome vil al sutil aroma.
Y crujiendo las hojas secas
se despiden con un canto al odio
siendo vuelo de gansos en tarde tibia,
siendo céfiro en patética agonía.
Nunca es tarde para ser crepúsculo,
ni gaviota fugitiva en la vida;
ni es tarde para ser viejo
cuando se es el suspiro del viento.