qué carrera debe dar
a su sobrino José,
y, francamente, no sé
lo que le he de contestar.
Quiere usté que el chico adquiera
una posición decente
con un título cualquiera;
mas yo no sé francamente;
cuál es la mejor carrera.
Hoy están todas tan mal
que no es fácil elegir,
y, para el colmo final,
nos cuestan un dineral
y no dan para vivir.
La de abogado antes era
una bonita carrera
de muchísimo provecho;
¡pero, hombre, si hoy ya cualquiera
es licenciado en Derecho!
¿La de medicina? ¡Horror!
No creo que le convenga,
¡si es la carrera peor!
Ya no hay casa que no tenga
en cada piso un doctor.
Y así pasa lo que pasa,
que sin ganancia maldita
y con gratitud escasa,
cada cual sólo visita
los enfermos de su casa.
¿La de boticario?. . . ¡Cero!
¿A qué gastarse el dinero
en chismes profesionales,
si gana más un tendero
de géneros coloniales?
¿La milicia? ¡Vano afán!
Los militares están
mal de cuartos,1 ¡pobrecillos!
¡No ganan para pitillos2
con los sueldos que les dan!
¿Hacerse cura? ¡Locura!
No lo pretenda en su vida
porque a mí se me figura
que la carrera de cura
anda de capa caída.
La carrera es ejemplar,
pero sólo fuera aquí
un negocio regular,
si se pudiera empezar
por Obispo. . . o cosa así.
¿Ingeniero? ¡Voto a tal!
¡Un trabajo colosal!
¡Sufrir examen cien veces!
¡Mucho cálculo integral!
¡Mucho ruido. . . y pocas nueces!
Me expreso de esta manera
por si su sobrino espera
mi franca contestación.
Déjele usted sin carrera
y déle usted un millón.
¿Estudios? ¡Qué tontería!
Tanto han bajado en el día
los títulos sin dinero.
¡Que conozco a un zapatero
doctor en Filosofía!
Si el chico sabe negado
no hará carrera aunque quiera;
pero si es listo y osado,
sáquele usted diputado
y ya el chico hará carrera.
1. Cuartos: plata, dinero.
2. Pitillo: cigarrillo.