Por: Marlene Durán Zuleta - Poeta, escritora y compositora
Desde el verbo amor
un ángel mensajero
anunciaba que la geografía de tu vientre
pronto abarcaría un horizonte,
un latido,
un salmo de vida,
para resumir la oscuridad del mundo
en una lumbre,
en un albor.
Ese fruto que crecía y giraba
en tus entrañas,
milagro, canto litúrgico,
mensaje mítico,
prodigaba tu gloria para la eternidad.
Ese hijo endulzaba tus sentidos,
llenaba de aroma y resplandor,
llegó el día en que nació el astro,
Jesús inmortal.
En el cosmos tu nombre se ha multiplicado
y aunque has vivido lejos de este rescoldo,
tu imagen ha tomado varios nombres,
sin fin de historias
de credos y serenatas.
Carismática y dulce
elevada a los cielos como tu hijo Jesús,
en este santuario
has traducido el destino de los mineros,
hombres que viven abajo,
en los niveles de agua
donde lo sombrío es infinito
y la muerte es cercana.
Virgen, te luces sagrada en este socavón
frontera del bien y del mal,
se siente el aroma a incienso,
tu faz delicada y angelical
observa a los siervos y peregrinos
que se arrodillan y con sollozos
piden misericordia y agradecen,
por los males que hicieron
o por los bienes que recibieron.
Madre de Jesús,
ayúdanos a despertar en tu luz,
libres de escollos y temores,
has vivido en un calvario
y tu fortaleza ha turbado al cosmos,
que se guía por el evangelio.
Te evoco desde el alma,
la tierra incesante en su visión
sigilosamente retrocede,
el aire se vuelve irrespirable,
hay territorios donde la lluvia es incesante
o la sequía agrieta el suelo,
la tierra se vuelve más pobre
cieno incontrolable,
entonces, el cielo parece marcar el paso de los días.
Purificada,
Virgen milagrosa
elevo esta oración,
honda en el tiempo y en tu gracia.
Perdóname,
si no descifré tu palabra,
si dejé poblar en el espectro de la oscuridad
gélidas dudas,
por evocar algún plenilunio,
o por trasnochar en el insomnio
y concentrar a mis ojos con la sombra,
Eterna,
justa y bienaventurada,
Candelaria, Virgen del Socavón
que el polvo de los años
en el vértigo de poder que se desata,
la eucaristía y la fe nos amparen.