Oruro, en la cima del Ande
abre su gran valladar al mundo
y el bullicio del antro profundo
desbándase en luces y colorido
Los fantasmas vigilantes cantan,
miles de astas centellean
de los satanaces que espolean
los corceles de fuego y fantasía.
Mirras e inciensos envuelven
las mañanas tibias del estío….
y el batir con energía y brío
el ala soberana del gran Mallcu.
La masa turbia de colorido
el sábado de carnaval ingresa
con sana alegría y entereza
cual si fuera si fuera confeti esparcido.
Hinca la espuela el diablo altivo,
arrastra su vigor el moreno,
son los tobas con gran salto sereno
y el alegre paso de cullawas y llameros.
Gracia de diablesas y caporalas,
semiesferas entre pétalos y acantos
cautivan ojos con sus encantos
de aquel gringo que llega a la villa.
Todos doblan la rodilla al suelo
que recibe sus ritos con candor
cantan, oran y rezan con fervor
ante la morena del Socavón.
Así, el minero carnavalero
envuelto en aromas de copajira
con la ilusión de olvidar suspira
entregando parte de su vida.
El voluptuoso tren arrecia
como aquel vendaval pasajero
con enorme asombro del viajero
y la inmensa dicha del de Oruro.
Y, ya la serpiente multicolor
que por entre calles culebrea
festiva melodía con que ondea
esparciendo dicha por doquier.
¡Oruro, sublime querencia.
Es la madre que espera anhelante
el retorno de aquel hijo errante
al regazo de paz y esperanza.
Oruro, febrero 2013
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