Tierra le dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura,
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia
y roja flor. El cielo
puro y azul. Corría
un aire fuerte y seco.
De los gruesos cordeles suspendido,
pesadamente, descender hicieron
el ataúd al fondo de la fosa
los dos sepultureros. . .
Y al reposar sonó con recio golpe,
solemne en el silencio.
Un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Sobre la negra caja se rompían
los pesados terrones polvorientos. . .
El aire se llevaba
de la honda fosa el blanquecino aliento.
–Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,
larga paz a tus huesos. . .
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero.