la curandera!,
en cuya casa cruzando una tranquera
solita vivía.
Sabía
de los males de amores
de que un mundo de señores,
padecía,
El año,
redondo si se quiere,
escuchaba de mil mujeres
sus desengaños.
Y nada nuevo,
-eso estaba escrito-
tenían que contarlo los mocitos
pisahuevos.
La curandera,
con ojos de refucilo,
pero anchas las caderas.
De la noche,
hasta la mitad de la mañana
preparaba filtros y tisanas
al troche y moche
¡Y era cierto,
había que ponerle un sello,
¡con algunos de ellos,
hasta levantaba muertos!
¡Falló,
se rindió toda la ciencia
ante una extraña dolencia
que ella curó
Estrujando
con la espalda de un sapo,
envuelto en harapos,
al enfermo que se fue brincando.
con sus polvitos
que hasta hoy tomo en ayunas
desde hace un montón de lunas,
estoy como nuevito.
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