dando tumbos, olfateas lugares desconocidos.
Sangran tus patas y aúllas a la luna yacida tras nubes negras
Solo y con el pelaje enmarañado contemplas desde lo alto de la loma,
donde descansas, donde curas heridas profundas,
alejado de la jauría contemplas, si acaso a lo lejos divisas
algo que sacie el hambre,
algo que abrigue ansias
de alcanzar la carne en noches estrelladas.
Tus ojos brillan en la soledad de lo oscuro,
preñada de olores preñada de imágenes imborrables, inquietantes,
buscas refugio y tu corazón de fiera joven se sacude.
(Dedicado a mi querido amigo y poeta Jorge Mauricio Avilés)
Ruth Ana López Calderón
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