Llegó buscándome en una negra nube,
llegó para teñir mis días de tristeza,
llegó para llevarse mi alegría.
La esperaba, bajo el cielo de mi llanto
la esperaba en la solitaria estación,
fui a su encuentro,
la encontré en pesados y sombríos pasillos,
la hallé en pesadas nubes
que hoy cubren mi sol
que lucha por volver a brillar.
Vino y se llevó mi tesoro:
a mi querida viejecita,
aunque ya debía partir,
me dejó amortajada en mi pena.
Pero, Dios, tú permites
que la vea en la luna,
que la escuche en el canto de los pájaros
que cada mañana mi día saludan
por eso te pido:
Deja que viva sin ella.
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