Te tenían vedada la frescura del agua
La risa y el canto, no floreció en tu boca
Donde sólo el hambre, encontró su morada.
Tu esfuerzo allá en la fábrica,
Era igual al del hombre
Tus noches de vigilia junto al hijo enfermo
Eran –otras jornadas- sumadas a tu empeño.
Pero, eras mujer y eras obrera pobre
No importó tu trabajo, ni anotaron tu aporte
Junto al salario magro, se ensobró la injusticia
Como orgullosa dádiva que al entregarla, ofende.
Un naciente quejido, sacudió tu letargo,
Como un sollozo débil, entrecortado y tenue
Y puso en tu rostro, hasta entonces sumiso,
El rictus desafiante de toda tu rebeldía.
Y llegó el mes de marzo, en sucesión de días,
Con presagios de sombras, de dolor y de muerte
Tus gritos y reclamos resonaron tenaces
Y se encendió la hoguera, de tu cruel holocausto.
Eras la flor morada, antorcha inflamante,
Eras el débil grito, sofocado y vibrante,
Eras la inspiradora, pionera doliente
De un mañana con luces, de un futuro con gloria.
Dulce obrera de marzo, madre – mártir
Señora del escaso salario,
Has marcado la huella y germinó la siembra
Dulce obrera de marzo, está abierta la senda,
Y por ella, van marchando las mujeres del mundo.
Elsa Dorado de Revilla
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