con las imágenes santas,
de las que tenemos tantas,
de las que hay a montones.
Me dijo así mi compadre
el que del campo se vino
cuando lo dejó el destino
sin perrito que le ladre.
-Les echo largas miradas,
las observo mucho y bien
cual vaca que mira al tren,
a las mil enmantonadas
que con el rosario en mano
desgranan viejas plegarias
por las almas solitarias
y los herejes humanos.
-Me cuesta dejar la hamaca
por seguir las procesiones,
pero todo se compone
cuando empiezo a oler la albahaca
con el incienso mezclada;
así mi compadre hablaba
y en seguida suspiraba
por las mil enmantonadas.
Afirmaba hecho el serio
que ofrecían bajo el rebozo
algún exquisito gozo
con su toque de misterio.
-No me pierdo procesiones,
con énfasis alardeaba,
y las sigo, aseguraba,
clavando bien los talones.
¿De rezar?, no rezo mucho,
o más bien no rezo nada,
yo busco enmantonadas
y de lejos prendo un pucho.
Y con la trompa humeando
muy espesas bocanadas
vuelvo a ver enmantonadas
al marcharme suspirando.
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