Desde tu ausencia
paso velando
cada Todos Santos
y el resto del año
la extrema blancura de la parafina.
Trenzo tu figura
en la mirada irónica
de las caretas de estuco
y te formo de pan
en mi mesa.
Madura tu rostro,
de arcángel
por cada boquita
de t‘anta wawa.
Sé que vigilas
y te rezo a gritos
aunque ya no me escuches.
Y te como insaciable
pensando que un día
Apthapi
me comas insaciable,
aunque el alma
ya no come
nada
insaciable.
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