En tiende, le dije a mi corazón,
el tiempo ha pasado
y mi pelo luce blanco.
Los años han dejado profundas huellas
en mi rostro apagado,
han mermado mis fuerzas
y mi andar es lento.
Mi voz que ayer gritó libertad,
ha enronquecido,
mis ojos que ayer
vieron vidas crecer
hoy casi no ven.
Mi cuerpo va perdiendo forma.
En medio de cuatro paredes
y sonrisas por doquier,
he armado un castillo
con toscas letras
y versos del alma.
Le he dado tiempo a la luz
y distancia a mis sentimientos.
He cambiado oscuros colores
por aromáticas flores.
En madrugadas de invierno
riego mis pensamientos,
en el ardiente verano
aspiro el olor de la tierra.
Sean acaso mis razones
de primaveras vencidas,
o talvez el otoño de mil vidas.
Aun así, por Dios vivo,
tratando de ser joven
para el niño y el joven,
para el viejo y el anciano.
En mi castillo hay danza,
hay música y templanza,
hay recuerdos de triunfos
y derrotas también.
Los triunfos me enseñaron
que son parte del fracaso
y las derrotas, parte de los éxitos.
Quizás mañana no vea
y mis fuerzas languidezcan,
más mi espíritu canta y baila
por la alegría de amar,
por mi fe de ser amado
y la esperanza de ser perdonado.
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