cuando tu presencia coloreaba mis días grises
y caían tus versos ardientes como brasas
creando un mundo bemol
donde se olvidan tantos universos.
No sé lo que he soñado
después de ver los cirios apagados,
las cuerdas hilvanando palabras
y el tiempo deslizado desde entonces
carcomiendo poco a poco mis desesperanzas.
Lo que hoy sé
es que estás allí donde aletea la noche
deslumbrando al silencio
cual violinista maestro
tocando cada nota con el alma.
¡Deja que tus pestañas
recorran la distancia!
¡Roza los arpegios
de mi alma!
¡Mi amado
concertista magistral!
Por: Faviana Gonzales Gareca - 26 años
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