sábado, 10 de septiembre de 2016

Tan jóvenes y tan viejos

Mi niñez es el espejo donde los

críos duermen su tormenta,

la lengua de una herida abierta a las avenidas de tu ropa.



¿Recuerdas cómo las palmeras

dormían a la orilla del cielo

o cómo las barcas secuestraban en su boca la libertad del verano?



Esa fue nuestra niñez, una isla con gaviotas en las manos,

un pecho con seis lanzas sujetas al eco de una lágrima.



Quizás también recuerdes a

aquellos labios vestidos por el polvo,

a esos que esperan sentados en su vida la última duda de la muerte.



¿O ese soy yo? Más viejo y solo,

mirando en el fondo de los charcos

cómo mi nombre desconoce las

heridas escritas por los años.



¿O esa eras tú? El silencio de un

verso escrito por el tiempo,

un interrogante en el ala de un

pájaro que apuñala su libertad.



Yo te invito al recuerdo, al lugar donde el desconcierto

es la foto de un niño triste atado a la soledad de un capote,

al beso que lento roza todas

las esquinas de la memoria.



Te invito al recuerdo del todo y del nada, al bloque de hielo

que un día fue agua, más tarde

llanto y hoy olvido,

te invito a pasear por las sombras eternas de los diarios.



No olvides al hombre desnudo que habita en la estrofa de la lluvia,

no olvides el traje donde los

besos son la sonrisa de un

patio de colegio

pero recuerda que ni la muerte

querrá a la vida como yo te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario