Larga y aparentemente inútil es la jornada de los pájaros
breve y contundente la del que camina al borde del abismo
al final sólo quedan los cerros y las llanuras infinitas
la noche que se repetirá con sus inauditas floraciones
las trenzas de las muchachas en las siestas del verano
el mundo redondo y la tierra alumbrada por astros remotos
y el hotel de un ciudad lejana que alguna vez te albergó
sin medir las consecuencias de tu mirada de animal ciego.
Eso queda al final y la voz que no es la misma de antaño
y la historia como un árbol que crece bajo otras lluvias
y los caminos de bordes colorados para detener la locura
todo junto no alcanza para silbar y caminar por las calles
todo lo reunido cabe en la tos y en la campera aún mojada
todo en los tendones en la cabeza en los cabellos crecidos
en la guitarra que se desmorona entre molles y sauces
en la embriagadora brisa que sopla libre y fraternal
incluida la mano franca de tantas ausencias redimidas.
pero el que te soñó galopando como potro indómito
conserva la joya resplandeciente de las premoniciones
la mujer encarnada una y otra vez en el alba indecisa
la palabra que se parapetó en el silencio para hacer fuego
una y otra vez sobre las causas efímeras una y otra vez
hasta despertarte arrimado a la luz volando como un pájaro.
El árbol de la tribu
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