Heberto Arduz Ruiz
A veces una palabra,
dicha en el momento oportuno,
vale más que muchas palabras.
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Resguardado en su catacumba,
el silencio al romperla suele ser
más ruidoso que mil palabras.
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El bullicio y su febril entorno,
con raptos de intermitencia,
afecta menos que el silencio.
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El eco trasmite la voz
del que acaba de partir,
aunque el ser no vuelva.
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El exilio acaba con el retorno
y la ciudad sigue igual que antes,
pero sus inquietos moradores
viviendo otras vidas desteñidas
se exilian de sus antiguas vidas.
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Si comprensión no existe,
¡quién desea vivir incomprendido?
¡No existamos el uno para el otro!
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