Despertó...
Temblado de frío
Entumecida por el sereno
y perlada por el rocío
La cobija de niebla.
se fue levantando
del lecho montañoso
que se iba clareando.
Un fulgurante y dulce dedo,
tocó el duro y blanco río,
que descongelándose del frío,
murmuraba muy quedo.
Dos juruk’utas perdidas
en el sueño de su amor,
fueron sorprendidas
por el sol y el calor.
La quena de los tiempos
enviaba enamorada,
sus cantos más puros
a los pajonales rudos.
Lloraba la pampa...
Solitaria, impotente.
Destrozada por la canícula
de un cruel, candente
y duro sol ardiente.
Atravesando el ocaso,
la antawara mostraba,
cual sangrante y triste Pegaso,
un cielo ardiente que moría...
De plata era la cuna
en el inmenso suelo,
cuando el séquito de la luna
se extendió por el cielo.
Desde ese tiempo naciente,
cada noche es de tormento,
cada día es sufrimiento
para esta tierra paciente…
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