si se quiere llegar lejos-,
lo oí decir a un viejo
y curtido carretero.
Él, con sus bueyes barcinos,
pacientes y resignados,
ya llevaba trajinados,
interminables caminos.
-Y es así, a paso lento,
-decía tras una brega-,
que un buen cristiano llega
donde no llega ni el viento.
Le pregunté de un tirón,
al toparlo en mi camino
por azares del destino,
por qué causa el carretón
tanto chirriaba y crujía,
si con un poco de sebo
podía quedar como nuevo
y así nadie se ofendía.
En susurro que de apenas
llegaba hasta mi oído,
me contestó que el chirrido
hacía juego con sus penas.
-Es que tengo penas tantas,
me confesó el fiero mozo
entre medio de sollozos,
que me oprimen la garganta.
-Es que llego con dolor
a mis antiguas querencias
y me abruman las ausencias
de quien fue mi único amor.
-Se me escurrió de mi lado
y me tabeó mi suerte
saliendo a buscar la muerte
con sus fuegos apagados.
-Por eso hago el camino
con mi carretón chirriando,
y así será hasta cuando
llegue el fin de mi destino.
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