-al decirlo no lo dudo-
vivían desde clinudos
hasta eminentes pelados.
Y esta conclusión hoy saco
tras pensarlo brevemente:
por cada ciento decentes
había veinte chupacos
que al gritar su “¡salud seco!”
y tragarse un sorbo enorme
se daban por muy conformes
y salían andando chuecos,
o galanteando peladas
principiantes o bien duchas,
duras estas, como suchas,
las otras mal entrenadas.
Había en el barrio de todo,
buenos y malos vecinos,
incluyendo flacos chinos
que cargaban sus apodos.
Por ejemplo había un ‘Fideo’
como aguja, flaco, flaco,
que en calor usaba el saco
sin sudar jamás, yo creo.
Y aunque de gran corazón
vivió allí en un cuarto
y parecía estar de parto
un gringo muy gordiflón.
Vivió en el barrio un cura
que decía a los cuatro vientos:
“Yo voy a morir muy contento
con cerveza fresca y pura…”.
Y en el prieto vecindario
igual también ocupó
hasta que ganas le dio
el dueño de un chirle diario.
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