De la muerte pequeña de cada noche
Nacen puras las cosas, oh madrugada,
Por tus colores claros y por tu viento ágil
Que dispersas el embrujo de la Vía Láctea.
Contigo todo tiene aire de nacimiento,
Hasta el fuego y la tierra, hasta el polvo y el mar,
Son como recién hechos en el prodigio alegre
De tu claridad.
Bajo tu signo no se sueña, madrugada.
Espolea el deseo de moverse y cantar,
De seguir un camino con la boca encendida
Por una copla rítmica o un tarareo fugaz
E internarse de nuevo en la esperanza
Con las pupilas llenas de calidez solar.
¡Dar la espalda a la tarde, y a la noche,
Y nunca más volver a soñar!
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