por Horacio Rega Molina
Guarda el domingo la infantilería
Que ofrece un espectáculo barato,
Como el que mira, porque sí, un retrato
En el zaguán de una fotografía.
Hay un jarrón pintado a tres colores
En la tómbola inmóvil del espejo.
El sol prolonga un último reflejo
Como esa luz que dan los reflectores.
Desde un baldío suenan cuatro notas,
Y la niñez, de pronto, resucita
En los caballos de una calesita
Con las orejas y las colas rotas.
La humillación de un almacén cerrado
Es lo más triste que el domingo ofrece.
En una curva, lejos, aparece
La danza de un tranvía iluminado.
Y por la calle oscurecida, siento
Que el domingo se va, como en sordina,
Con el mismo aire con que se camina
Por el vagón de un tren en movimiento.
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