cisnes coquetos
ataviados por la ceñida luz de la mañana
red de miradas que
columpia duraznos
y jugos a punto de derramarse.
Con la fuerza de todas ellas, las jóvenes
que toman los hilos de la conversación
los estiran, los hamacan,
la distancia es otro anhelo
y el instante se perpetúa.
El resto del pasaje
dormita o se pierde en un horizonte mutado
pero las cuatro mujeres que viajan
a la boda del hermano –aun sin proponérselo
juegan con todos nosotros
y el mudo en sus manos es
una muñeca mimada
de cuyo ritual de fiesta
–hato de niños extraviados–
estamos deseosos de participar.
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