martes, 27 de noviembre de 2012

Cruzar la frontera

La alegre coreografía de las manos

cisnes coquetos

ataviados por la ceñida luz de la mañana

red de miradas que

columpia duraznos

y jugos a punto de derramarse.



Con la fuerza de todas ellas, las jóvenes

que toman los hilos de la conversación

los estiran, los hamacan,

la distancia es otro anhelo

y el instante se perpetúa.



El resto del pasaje

dormita o se pierde en un horizonte mutado

pero las cuatro mujeres que viajan

a la boda del hermano –aun sin proponérselo

juegan con todos nosotros

y el mudo en sus manos es

una muñeca mimada

de cuyo ritual de fiesta

–hato de niños extraviados–

estamos deseosos de participar.

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