Salió del mar y se encontró en la nube.
Después, la nube se alejó en el viento.
Y por fin al llover, la gota de agua
se encontró en la raíz de un duraznero.
Otras gotas quedaron en las ramas,
y al verse tan brillantes y arriba, se rieron
de la pobre gotita que en la tierra,
tan abajo y oscura, se había muerto.
Pero cuando en el árbol no quedaba
de las gotas brillantes ni el recuerdo,
la gota muerta no era muerta. Era
jugo en el jugo de un durazno nuevo.
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