Tiembla y ruge la tierra,
fragorosa toma distancia,
las calles vomitan piedras y techos.
Multitud de cadáveres ruedan,
desnudos, con ojos desorbitados. . .
Vivos se entierran los humanos.
Calles extensas, convertidas en necrópolis.
Hay angustia. . . dolor y gritos,
humareda satánica, azota el campanario.
Enloquecido terremoto, trágico, siniestro, espantoso
se oyen los sollozos prolongados, con ojos en la tierra
gritos prendidos en paredes derrumbadas,
calles anochecidas, gente que quiere huir,
gente que pierde el sentido,
cuando la muerte extiende sus brazos,
prendidos en el callejón embravecido,
en el vértigo del delirio y la fiebre.
No hay camino, no hay sendero,
sólo abismo, boca abierta en las calles,
tierra en aciago y funesto temblor,
la humanidad vive en condena,
sin cielo, sin suelo ni luna.
Vuelan las máquinas lúgubres. . .
Vuelven fúnebres.
El candil de la vida, está apagado,
tormenta de lágrimas, sangre sobre la arena
traga voraz la tierra. . .
Ruge el temblor, en noches de espanto,
danza la tierra en cruel azote.
Todo es funesto, catastrófico y muerte.
¡Piedad. . . Dios mío. . . piedad!
De ANTOLOGÍA - Confederación Perú -Boliviana de Poetas y Escritores.
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