navega un recuerdo que duele,
que remoja sus ideas en leche agria
destilando el amargor de la condena.
Es aún un espejo resquebrajado
que deforma la imagen tenue
dejando que el llanto parezca sonrisa,
que el amor sea tan solo una quimera.
No quiero reflejarme en tal engaño
donde la esperanza es nube gris
que anuncia la tormenta,
que gime de gota en gota,
que ahoga mi llanto en tu pecho.
Y lloverán los ríos,
llorarán los mares;
y mi alma varada
se hundirá en la arena.
La llovizna me azota el rostro
y no sé si es llanto o agua.
Es el infortunio de la sal
que me execra lento.
¡Ay, malhaya el recuerdo atroz!
Estaba tranquilo hilando en la vida
cuando el cuervo rompió el vidrio
de la puerta que ya había olvidado,
de la puerta que había asesinado
a lo cruel de mi pasado.
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