caminos, tropezando
con una y otra peña,
iba un viejo cargado
con su leña, maldiciendo
su mísero destino.
Al fin cayó, y riéndose
de su suerte, que apenas
levantarse ya podía...
llamaba con colérica porfía,
una, dos y tres veces
a la muerte.
Armada de guadaña
en esquelo, la parca
se le ofrece
en aquel punto,
pero el viejo, temiendo
ser difunto, lleno más bien
de terror que de respeto,
le decía, señora, yo llamé
desesperado...
¿Qué quieres desdichado?
Que me cargue la leña
solamente.
Tenga paciencia,
es la vida del hombre
siempre amable,
el viejo de la leña
nos las dice.
Felipe Mercado Roca / (Portachuelo)
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