Porque en verdad tenía
las piernas arqueadas
echaba parrafadas
de la caballería.
“Yo me pasé la vida
montado en un caballo,
tengo en las nalgas callos”;
era su consabida
y diaria perorata;
“no habían de mi talla,
gané muchas medallas
de oro y de plata
Como mejor jinete”,
decía y lo juraba
y luego enseñaba
un desgastado fuete
Que dizque en el Chaco
Quitó a un paraguayo
Que huía como rayo
Sudando los sobacos.
“Yo fui un oficial,
-juraba entusiasmado-,
y hubiera alcanzado
siquiera a mariscal
Pues potro no existía
en todos los lugares
que cuando en sus ijares
mis espuelas hundía,
No andase sillonero;
en una cabalgata
era cual garrapata
prendido de mi apero.”
¿Eran historias ciertas
las que nos relataba
Y que a todos dejaba
Tamaña boca abierta?
Tal vez… Mas fue lo malo
que lo tumbó de bruces
y le apagó sus luces
un rucio hecho de palo
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