Ha muerto el amor. No es nada.
Todo tiene que acabar:
el brillo de la mirada,
tu tristeza y mi cantar.
Y el espíritu no llora
al recordar el ayer;
pues esto que pasa hora
tenía que suceder.
Ha muerto el amor. No es nada.
El idilio ya acabó.
Márchate, pues, sosegada,
que no fuimos tu ni yo.
II
Y ahora que todo ha muerto
entre nosotros, ¿qué harás?
–Me olvidaré de tu nombre.
–No lo podrás olvidar.
III
Por muy distintos caminos
los dos nos alejaremos;
tu con tu carga de angustia
yo con mi carga de sueños.
Flores de paz lucirán
nuevamente nuestros pechos;
y pondrán otros amores
sombra en los amores viejos.
Vendrá el olvido a besarnos;
nos tocará con su dedo;
y tu no serás ni sombra
y yo no seré ni sueño.
Pero, con todo, yo sé
que alguna vez, sin quererlo,
tropezarán en la senda
mi memoria y tu recuerdo.
Y entonces habrá una luz
triste de este amor que ha muerto.
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