Las más bellas poesías se escriben
sobre las piedras
con las rodillas ulceradas
y las manos afiladas por el misterio.
Las más bellas poesías se escriben
frente a un altar vacío,
rodeado de agentes
de la divina locura.
Así, loco, criminal, como eres
le has dado versos a la humanidad,
versos de reconquista
y de bíblicas profecías
y eres hermano de Jonás.
Pero la tierra prometida
donde germinan las manzanas de oro
y el árbol del conocimiento
de donde Dios no ha descendido
ni jamás te ha maldecido.
Pero tú sí, maldices
hora tras hora tu canto
porque has descendido en el limbo,
donde aspiras el Assenzio*
de una sobrevivencia negada
* Assenzio, licor perfumado de anís.
[Locura, mi joven y gran enemiga]
Locura, mi joven y gran enemiga,
algún tiempo te llevé como un velo
en mis ojos, al conocerme apenas.
De lejos me viste, como blanco tuyo
y pensaste que yo sería tu musa;
cuando empezó la pérdida de dientes,
que aún me aflige entre tanto despojo,
compraste la manzana del futuro
para darme el fruto de tu fragancia.
[El manicomio es una gran caja de resonancia]
El manicomio es una gran caja de resonancia
y el delirio se vuelve eco,
medida del anonimato,
el manicomio es el Monte Sinaí,
maldito, en el que recibes
las tablas de una ley
que los hombres no conocen.
[Nací el veinte y uno en primavera]
Nací el veinte y uno en primavera
mas no sabía que nacer desquiciada,
abrir los terrones
pudiese desatar tempestad.
Así Proserpina leve
ve llover sobre los céspedes,
sobre los gruesos trigos gentiles
y llora siempre de noche.
Tal vez sea su plegaria.
[No necesito dinero]
No necesito dinero.
Necesito sentimientos,
palabras, palabras elegidas sapientemente,
flores apeladas pensamientos,
rosas apeladas presencias,
sueños que anidan los árboles,
canciones que pongan a danzar las estatuas,
estrellas que murmullen al oído de los amantes.
Necesito poesía,
esta magia que abrasa la pesadez de las palabras,
que revive las emociones y da colores nuevos.
[Los poetas trabajan de noche]
Los poetas trabajan de noche
cuando el tiempo no les apremia encima,
cuando calla el ruido de la multitud
y concluye el linchamiento de las horas.
Los poetas trabajan en la oscuridad
como halcones nocturnos o ruiseñores
de dulcísimo canto
y temen ofender a Dios.
Mas los poetas, en su silencio,
Hacen mucho más ruido
que una dorada cúpula de estrellas.
Soy una mujer
(A Salvatore Quasimodo)
Soy una mujer que desespera
que no encuentra paz nunca en ningún lugar,
a la que la gente desprecia, a la que los paseantes
miran con despecho y con furor;
soy un alma colgando de una cruz
pisoteada, burlada, escupida:
me han quedado solo los ojos
que yo elevo al cielo a Ti gritando:
¡quítame del regazo cada suspiro!
Alda Merini
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