en la esquina de los vientos
que a veces venían violentos
desde hondos desfiladeros.
Eran dos, o tal vez tres,
y gente buena y de paz
a la que nunca jamás
se vio tratar con la hez
Uno de ellos, yo creo,
entre todos los mortales,
-con ventajas abismales-,
era feo y más que feo
Le puse mi rostro fiero
a mi madre buena y santa,
cuando afinó su garganta
y me dijo que al tendero
Era yo muy parecido;
Sentí que miles de petos
Hundían en mi esqueleto
Sus flechazos doloridos,
Me quedó como complejo
aquello del parecido,
y con él he padecido
hasta ahora que soy viejo.
Frente a su tienda, parado,
fijo miraba al tendero,
y confesar ahora quiero,
-tristón y apesadumbrado-,
Que el parecido existía;
¿quién si no uno, nota
que una gota a otra gota
son iguales todo el día?
La más horrible tarea,
en mi condición de feo,
era sin duda, yo creo,
bailar siempre con la más fea.
mas me hacía ilusión
diciendo muy quedamente:
-si soy feo externamente,
tengo lindo corazón.
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