por qué a ese ser penante
le decían ‘comandante’
si ni la traza tenía.
Encorvado, menudito,
era toda una rareza,
sin un pelo en la cabeza
y caminaba a saltitos.
Tenía voz de falsete
y para ser ‘comandante’
escapaba temblequeante
de solo oír un cohete.
Se le preguntó un día
de qué era comandante,
y respondió sin desplantes
que tampoco lo sabía.
Para añadir con frescura,
sin siquiera sonrojarse,
que tal vez podría tratarse
de su airosa apostura
¿Tal vez en la guerra estuvo?,
se le preguntó además,
y firme gritó: “¡Jamás, yo me
escapé por un tubo!”
Decidieron los vecinos
averiguar cuanto antes
por qué lo de comandante,
pero indagando no tino.
Descubrieron de esta guisa
que el comandante en cuestión
muy firme al pie del cañón
tenía esposa petisa
Olvidaba de los hados,
la pobre mujer herética
la hallaron con poca ética
más fea que los pecados.
Y ella sin embarazo
respondía al instante
si su bravo comandante
la hacía marcar el paso.
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