Mi casa es un cielo
de dicha y de paz,
no hay ángel tan bueno
como mi mamá.
“Arriba, paloma mía,
mi cielo, mi sol, mi reina”,
me dice en las mañanitas,
y ella me viste y me peina.
Sale al umbral de la puerta,
me da sus santos consejos,
y no me pierden sus ojos,
hasta que me ven muy lejos.
Cuando vuelvo de la escuela,
sumida está en sus quehaceres,
me da unos cuantos besitos
y me mira los deberes.
Tiende los blancos manteles
y a su lado me hace estar,
me da los postres mejores,
porque a mí me quiere más.
Mi casa es un cielo
de dicha y de paz,
no hay ángel tan bueno
como mi mamá.
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