Lo que has hecho con mi amor
no tiene perdón del cielo;
ya sólo morir anhelo
para calmar mi dolor.
Mi corazón dolorido
que al palpitar se debate
no vive por lo que late
sino por lo que ha latido.
Me has hecho tan desdichado,
renunciando a mi destino,
que en tu ausencia el mejor vino
me parece vino aguado.
Ya mi sed desengañada
no admite más que refresco;
tan flaco estoy que parezco
vivir de salud prestada.
Que mientras tu resplandeces
junto a un marido burgués,
los treinta días del mes
son para mí treinta treces.
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