No hablo de la mujer, de la que pena,
hablo de la que sueña
de la dueña
del sol, de las estrellas y las nubes.
la que en sus días grises
deja un sitio
en la ventana azul de sus quimeras
e inventa con sus ojos de arcoíris
fantasiosas historias muy lejanas.
Hablo de la artesana silenciosa
con manos finas de cansado roble
que trabaja tenaz e inquebrantable
sin descanso, sin paz y sin sosiego,
transmitiendo belleza, amor, dulzura
poniendo con su toque maravilla
de siglos: opresión y señorío.
Y hablo de la otra,
de la que al trabajar en la cocina
deja vagar su mente en los vapores
del sabroso alimento de los suyos
al preparar manjares de corona
y borda con las llamas los ensueños
del vegetal, la fruta y los cereales.
Hablo de la que calla
palabras de sentimiento, flores
del jardín fértil de su alma inquieta,
hablo de la que tiene entre los dedos
excesiva ansiedad de pluma y lápiz,
pero que deberá planchar primero
pantalones, camisas y pañuelos.
Después... tal vez después,
pueda acallar su dulce rebeldía
quitándole silencios al descanso
o, quien sabe, seguirá sobre la almohada,
vencido su soñar por el cansancio,
imaginando selvas increíbles
y peces transparentes por los cielos
lloviendo en días húmedos de besos.
No hablo de la mujer, de la que sufre
porque todas lo hacen algún día,
hablo de la que estoicamente ríe
de aquella sin los sueños realizados
con la esperanza de poder mañana
concretar su pasión por la certeza...
de la que un día pintará en sus cuadros
el sol rojo y la luna desmayada
de la que esculpirá con manos sabias
- con sabor a papaya y limón verde -
la estatua del amor y el perdón juntos.
Hablo de aquella hada primorosa,
señora del hogar y la candela,
que le madruga al sol en las mañanas
y le enseña a brillar junto a la espuma,
montaña nevada,
con la ropa gastada del colegio
pero fragante y tibia de ternura
mientras trenza con silencios y risas
la vida de sus hijos
y abandona por ellos
la silente armonía de su espacio
y el vibrante cantar de su alegría.
No, no hablo de la vencida
sino de la otra,
la que marcha valiente y decidida
a conquistar con paso firme y fuerte
el futuro, luchando con la vida.
Aquélla que olvidando sus pesares
regala horas de su vida hermosa
para ayudar al pobre y al sufrido
voluntaria de entrega y de cariño,
la que con manos suaves de algodones
restaña las heridas
calma los dolores
con generosidad y con renuncia.
Y esa otra mujer, la que en las aulas
aprende tenazmente ciencia noble
para triunfar airosa ejecutiva,
paloma mensajera de alto vuelo,
sensitiva, eficaz, independiente,
y al mismo tiempo siempre femenina.
Y qué diré de la mujer que enseña
a la inocencia el blanco balbuceo
de las letras, los números, los símbolos
La que transforma la pizarra en cielo
y con la tiza, mágica varita,
descubre ante los ojos asombrados
llenos de luz del niño
la nueva dimensión del universo.
No, no hablo de ella, de la otra
que vive en siglo y moldes ya pasados
sino de ésta, la nueva, la rebelde,
la visionaria siempre actualizada
la que transmite amor cuando te mira
y que regala paz cuando te habla.
Perla de jade y cuarzo, rosa etérea,
luz y sombra: secreto y evidencia,
acuarela y ballet al mismo tiempo,
eternamente extraña y conocida
¡Verdadera mujer de esta Nueva Era!
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