de las cosas y sucesos;
qué de esperanzas perdidas e intenciones que se han deshecho,
como si el torbellino del desastre que arrolla con los anhelos,
hubieran sepultado los arranques generosos de este pueblo.
Este pueblo que regó sus calles y campos
con sangre de valientes,
de titanes,
de cruceños
y también, hubieran acallado con los frenos del desgobierno,
la justicia que se pide, que se implora,
la justicia que es derecho;
ya que el abrazo fraternal de los límites,
no reconoce privilegios
y ante el gemir del hermano que sucumbe,
venir debe el beso purísimo
del consuelo.
Eduardo Peña Landívar
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