miércoles, 12 de octubre de 2011

San Francisco

Barrio de modorra y tedio,
de soles y vendavales,
de la escuelita de a medio
y los umbrosos portales.

Dizque allí se daba cita
-la medianoche pasada-
la misteriosa ‘viudita’
bajo su manto, enlutada.

Dizque allí se divertía
metiendo infernal ruido,
hasta el sol del nuevo día,
algún mal aparecido.
Barrio de lluvia y de viento
y de amores escondidos.
Rebota doquier un cuento
y se estremece un latido.

Como horadando una nube
la torre y su pararrayos;
¿por qué es que tan alto sube?
¿por ver a Dios de soslayo?

Barrio que huele a pampa
y a la tierra bendecida.
Del primer amor estampa,
compañera de la vida.
Barrio de luz y de sombra
bajando de lo infinito,
cuando mi alma lo nombra
estalla en potente grito.

Es que revive la ronda
del picaflor y la estrella,
cuyo amorío en la fronda
pasó sin dejar su huella.

Barrio del carretón
chirriando en el arenal,
con su carga de ilusión,
sin principio ni final.

Barrio de casas grises,
tan grises como una pena,
aun tengo allí, raíces,
calentándose en la arena.

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