Lágrimas contenidas no vencen tu dolor
ni las auroras detienen tu desasosiego
por la ansiada igualdad.
Tus ojos, mujer, viven para ver el diáfano día
de la igualdad de los sexos; no para llorar.
Una santa calma te guía con la virtud humilde
de los escogidos para tránsitos históricos
reflejando la luz de tu logro en el distante.
El mundo de súbito tu inteligencia y talento
admira y le regalas la paz que anhela sin
vacilante paso.
Cielo, mar y tierra tu propósito envuelven
trémulos de orgullo por habitante de tan generoso
alma que sus fuerzas revienta por la plena igualdad de
oportunidades donde la discriminación indeseable
huésped es.
La historia humana ¡oh Dios! Está en tu santo nombre
y eres Tu Dios de mujeres y hombres siendo Tu Calvario
para redención y amor no para trato indigno
a tus hijas, las mujeres.
Libera ¡oh Señor! De la oscuridad del abismo al discriminador
y vanidoso hombre o sus lamentos resonaran sin eco
si prueba grandiosa de la igualdad no supera impidiendo el
nacimiento de luz nueva condenando al machista
y a las decrépitas sociedades.
¡Así no pasaran siglos en vano!
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