DESDE
Madre,
desde esa madrugada
de asombros
y de ternuras,
he ornamentado
la vida
con el pincel
de caricias,
que me donaste,
¡tan pródiga!
Madre,
desde ese medio día
de escudos
y de batallas,
de aceros
y de fraguas,
de mil torres
albarranas,
he ornamentado
la vida,
con el pincel de granito
que tú
dotaste
a mi sino.
Madre,
desde esa media tarde
de trova
y filosofía,
de libros
y de neuronas,
he investido
la vida
con el pincel
de la esfinge
que donaste
a mis pirámides.
Madre,
desde el ocaso
de hinojos,
del Grial y la Santa Cruz,
¡del ungir
los mil senderos
con parábolas pletóricas!
donadas
a mi cayado
por tu sayal consagrado,
voy dibujando
la vida
con el pincel
trashumante,
que de dársena
a algún estuario,
de mesones
a hospedajes,
trata de arribar
-poseído-
al nirvana
de tus dones,
para,
-el niño asaz sediento-
¡reposar
en tu regazo!
Ginebra, otoño de 2011
EDMUNDO TORREJÓN JURADO
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