Y aunque algo crecía, pero a lo ancho,
Por culpa del rico y abundante rancho,
asimismo me trocaba en pobre patuleco.
Mi imagen ciertamente ridícula era,
Vista de frente y la misma cosa de atrás,
Parientes y vecinos pensaban que un antifaz
Poco hubiese hecho, incluso como calavera.
En fin, tan herética era mi facha,
Que aludiendo a mi anómala feúra,
Moros y cristianos opinaban “no tiene cura”,
A enterrarlo entonces bien hondo y en su cacha.
Visto a través de un lustroso cono,
Centenares de personas en juicio decían
Que contados sujetos como èste traían
Similitudes lapidarias con las del mono.
Mas al sujeto de esta triste historia
Lo que de él se dijera a grito pelado,
Le caía asaz de grande y destemplado,
Contra la diatriba él nadaba en la gloria.
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