Aun de tener vigencia,
-¡vaya qué santa paciencia!-
la imagen de mi corteja.
Era del barrio San Pancho
Y algo tenía de bonita,
Lo mejor, tal vez, su carita
Que era notable en su gancho.
Aunque dicho sea de paso,
De su cuerpito, otras partes,
Concebidas con gran arte,
No abrumaban por retrasos.
Estoy viejo y en mi seso
Creo aún hasta ahurita
Que nació con una boquita
Para dar muy dulces besos.
No me consta, desde luego,
Si eran cortos o eran largos,
Pero apuesto que nunca amargos,
Y en vez de helados, con fuego.
La chica de allá San Pancho
Ya estaba en sus años doce
Y al menos con ella un roce
Pretendíase con rico gancho.
Querían los cunumis todos,
Por lo menos esto recuerdo
Con la tozudez del lerdo,
Que nos soplase de buenos modos
Una brisilla perfumada,
Para con buena gimnasia
Conquistar la dulce gracia
De ser el par de una hada…
Mas yo era un mala pata
-llegué a pensar ese día
en que quise con porfía
dar a la chica en la mata,
Mi intrepidez fue un fiasco
Pues la muchacha en cuestión
Me sacudió un patadón
Al rechazarme con asco.
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