Ya no brillaban más que los fríos espejos,y aún, como un agua suave, palpitaba la música;y la ilusión, abierta cual una rosa triste,se iba, por la ventana, a la quietud nocturna…apenas nos veíamos; los rostros y las manos,con blancor de magnolias, lustraban la confusaelegancia de terciopelos y de sombrasque, en oleaje negro, colmaron la penumbra…mi mano aprisionó tu mano. Lo que entoncessentimos no podremos resucitarlo nunca…tú soñabas conmigo los sueños de mi vida
yo soñaba contigo los sueños de la tuya…
Juan Ramón Jiménez
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