quien cultivó mi mente que dormía,
sin comprender su fuerza y lozanía,
a la sombra fatal de la ignorancia.
Con tus nobles desvelos y constancia
la negra sombra se ha trocado en día,
y a su luz bendecida, que me guía,
yo del saber aspiro la fragancia.
Mis labios, ¡oh, maestra!, a toda hora
repiten llenos de fervor sincero
el nombre de mi buena bienhechora.
Si alguna vez, del mundo en el sendero,
me atacase la sierpe tentadora
llevo el ejemplo de tu honor austero.
Basilio V. De Charras.
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