Y que yo tampoco me enferme por Usted,
Que nunca el pesado globo de la tierra
Se escurra bajo nuestros pies.
Me gusta que pueda ser ridícula, perversa
Y buscar palabras adecuadas
Y no ponerme roja con ola sofocante
Si apenas nuestras mangas se rozaran.
Me gusta que delante de mí Usted pueda abrazar
Tranquilamente a otra mujer,
No me condena a arder en el infierno
Por no besarlo a Usted.
Y que mi cariñoso nombre, mi Cariño
No recuerde ni en la noche ni en el día…
Que nunca sobre nosotros, en el silencio de la catedral,
Cantarán el Aleluya.
Marina Ivánovna Tsvetáyeva
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