en tiempos de la cachaña,
pero siempre se dio mañas
para esconder su cara fea.
Bellas también, y a montones,
lo fueron igual, sus mujeres
que alimentaban quereres
entre los con pantalones
De casimir o de lino,
los bien plantados o chuecos,
o los que no cubrían huecos
del presente o sus destinos.
Les importaba una chima
a las gentes de esta historia
si trepaban a la gloria
siendo malo o bueno el clima.
Era cuestión entre todos
los al punto congregados,
sólo evitar ser pringados
de algún pegajoso lodo,
De ese que una vez prendía
era imposible quitarlo
ni refregando con marlo
ni con baldes de lejía.
Se acuñaba y aún se acuña
lo que decían de un tirón
de una mujer o un varón:
“¡trasminado va a pezuña!...”
No le faltaba pretextos
a la gente de nuestro valle
para lanzarse a la calle
con sus múltiples defectos,
Sin que le importase un bledo
que una vecina o vecino,
cruzándose en su camino
lo apuntase con su dedo
Y libre dejase a su pico,
modo de injurias tratar,
antes de ir a matar,
según ley de pueblo chico.
Gustavo Adolfo Baca
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