Dame tu corazón; dame, alma mía
el rico aroma de tus labios rojos…
Quiero calmar la sed de mis antojos,
libando de tu besos la ambrosía…
Oyendo de tu voz la melodía,
quiero embriagarme en tus divinos ojos;
ahogar en mis ternuras tus enojos,
¡y morir, en tus brazos, de alegría…!
No aumentes con la duda mi tormento.
Tal ilusión por tus caricias siento,
que solamente por gozarlas vivo…
No temas, no, mi amor; no te acobarde…,
¡que cuanto más en complacerme tardes,
más a tus pies me encontrarás cautivo!
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